Cuando en el siglo XVI Lutero habló alto y claro del amor redentor de Dios, no pensaba en el medio ambiente, ya que por entonces, los desafíos ecológicos no estaban en primer plano.
Ahora bien, muchas partes del mundo enfrentan hoy críticos desafíos ambientales. En África, por ejemplo, muchas comunidades sufren una gran presión para encontrar agua potable mientras que en torno a ellas, se venden o arriendan grandes extensiones de tierras comunales al mejor postor. Recursos que por siglos sostuvieron a las comunidades y que los pastoralistas tenían en común, ahora el agua y la tierra están entrando en los mercados, pues se han convertido en mercancías. Las comunidades que dependían de ambas se vieron obligadas a migrar, en muchos casos a barrios marginales de zonas urbanas donde los servicios son pocos o precarios.
La intervención de Lutero en la época de la Reforma nos recuerda que hay aspectos de la vida en este planeta que por el bien de la vida terrenal y la vida eterna no deberían ser mercancías y jamás deberían estar a la venta. Esto último incluye la buena creación que Dios nos dio para que veláramos por ella.
La creación no está en venta